HEMOS VISITADO A UNOS NIETOS...

...que viven en un lugar distante

 

 

No los veíamos desde hacía cuatro años y ese tiempo es muy grande para no ver a niños a quienes se añora mucho, tanto más sabiendo cómo ellos cambian en esas edades en muy corto tiempo. Son tres varones, en ese momemto de 14, 12 y 5 años y una mujercita de 7.

Vivían en Dresde, Alemania, y ahí fuimos para aprovechar las vacaciones del verano europeo, por el cariño y entusiasmo de todos nuestros hijos, preparados para que la visita tuviera los mejores resultados, y también dispuestos a disfrutar al máximo cualquier oportunidad que se fuera presentando, para compartir con ellos lo mejor posible, en actividades dentro y fuera de su hogar.

En un hermoso y ejemplar hogar, nuestros nietos nos recibieron con mucha expectativa y, aunque las experiencias que iban a tener con nosotros las podrían ir olvidando en el corto plazo, en estas circunstancias debíamos dejarles algunas referencias que les fueran a servir para recordar más fácilmente en el largo plazo, más que a nosotros y nuestra presencia, lo que fuimos a entregarles desde nuestro corazón.

El concepto básico fue el de valernos de algunos elementos tangibles y de otros que combinan lo tangible con lo intangible, para que sean para esos nuestros nietos como iconos que, cuando los vean o sientan, les hagan recordar lo que les transmitimos. Lo principal: sobre la familia, sus componentes, tradiciones, comportamiento, costumbres, sus antepasados y sus logros; sobre nuestra fe, cómo hacerla crecer, su doctrina y práctica religiosa, y las devociones de la familia.

Uno de los medios de compartir fue el de conocernos más, saber y comentar lo que hacen y aspiran, enterarnos de sus habilidades y entretenimientos; al mismo tiempo, contarles de nosotros, de nuestras experiencias, de cómo era nuestra vida a la edad que ellos tienen ahora. En ese intercambio se destaca el haber tenido la enorme alegría de verlos compartir su destreza en la práctica de un noble deporte: el arco.

Dentro de las cosas que les entregamos, como elementos tangibles, como ya lo habíamos hecho con los hijos y nietos que viven en la misma ciudad que nosotros, llevamos para nuestro hijo, su esposa y nuestros nietos, pequeños recuerdos de familia, cosas de nuestros antepasados y de nosotros mismos; cosas de la últimas “épocas en las que se hacían antigüedades”, antes de la “obsolescencia programada”: útiles, instrumentos y adminículos de uso cotidiano que, conservando su buen estado, son testigos de épocas muy diferentes a la actual.

Son cosas que hasta pueden ser candidatas a estar en museos de la vida cotidiana de una época, de lo doméstico y de lo instrumental en oficios y profesiones. Desde una imagen de la Virgen de Guadalupe hasta el portalápices de bronce que usó un tatarabuelo, desde un raro instrumento de medición hasta el cuaderno escolar de un bisabuelo con sus dibujos de mapas, desde la pipa del abuelo hasta un pequeño álbum de antiguas fotografías, desde mangos para plumas metálicas hasta artilugios que se han convertido en reliquias, cosas así…

Dentro de las cosas que combinan lo tangible con lo intangible, hubo varios centenares de antiguas fotos de familia, que habían estado en diapositivas pero que las digitalizamos para poder mostrárselas proyectándolas, con el relato de muchas anécdotas; junto con eso, un par de presentaciones en PowerPoint sobre nuestros antepasados. Como otro elemento en esta categoría está lo relativo a la tradición culinaria de la familia, con el recetario de la abuela y lo que, transmitiendo a la nuera, fue de resultados de gran beneplácito de todos.

Con ese contexto, en las muy amenas charlas que tuvimos a diferentes horas, las de sobremesa y las que hubo en los viajes y paseos que realizamos todos juntos, tuvimos la oportunidad de transmitir a los nietos una gran cantidad de los conocimientos que sólo se consigue viviendo, como experiencias y resultados de la reflexión, en un permanente aprendizaje. Finalmente, para no dejar que se enfríe lo que con mucha ternura hemos alcanzado nietos, hijos y abuelos, hemos reforzado que es necesario mantenernos en contacto permanente, aprovechando los medios de la tecnología cibernética actual.

De las tantas posibilidades que hay, nos ilusionan mucho las que imaginamos de este tipo: en algún futuro, a uno de nuestros nietos, de los de allá o de los de aquí, encabezando la mesa familiar bendecida con la oración tradicional de la familia, disfrutando con los suyos el postre como lo preparaba la abuela y recordando lo que, a propósito, le había escuchado comentar al abuelo. Con eso, ya somos felices.

 

En Roma, en la Fuente de Trevi

 

Haydée y Carlos Calvimontes, en Santiago de Chile