INDUCCIÓN©

 

Carlos Calvimontes Rojas

Al finalizar la reunión sobre los resultados de los experimentos, en los que él mismo participaba, que por esos días eran sobre pegamentos de uso industrial y doméstico, se apartó de la mesa de reuniones por breves minutos para conversar con un miembro del equipo sobre un tema que no interesaba al resto, mientras éste se estaba despidiendo. Cuando regresó para recoger sus cosas, se dio cuenta que había desaparecido la pluma estilográfica que antes había dejado sobre la mesa junto con sus papeles.

Prefirió no preguntar a los que se iban pues no podía creer que alguno de ellos la hubiese tomado, y preguntar habría sido ofenderlos. Tampoco quería hablar más porque hacía un momento pensó que debía hacer revisar su nueva prótesis dental; había sentido en ella algo así como una brevísima vibración que le causó un repentino dolor.

Casi risueño, prefirió atribuir la pérdida a que se hubiera abierto en la oficina un "agujero en el espacio", como él se había acostumbrado a llamar a supuestas ventanas a universos paralelos al nuestro. Era ese un viejo recurso que tenía para restar importancia a aquel tipo de incidentes y de disculparse a sí mismo cuando por su descuido extraviaba su paraguas, un libro, las cosas que pierde todo el mundo. Pero esa idea ahora encajaba mejor, demasiado bien para su forma de pensar.

Al día siguiente ya se preocupó. Por un trabajo extra, que le permitiría hacer gastos no presupuestados y sin que los conozca su esposa, le pagaron con un cheque que él creyó guardar bien pero que se había esfumado cuando iba a hacerlo efectivo. Tuvo que cumplir toda la rutina para hacerlo anular: aviso al banco, publicación de prensa y todo lo demás, hasta poder recibir el cheque que reemplazó al perdido.

Cuatro días después, con ese dinero de libre disponibilidad en el bolsillo, lo primero que hizo al salir del banco fue ir a comprar una pluma estilográfica, porque quería dejar en su casa el juego enchapado en oro, de otra pluma y portaminas, que se vio obligado a usar debido a la reciente pérdida, pero que le parecía ostentoso. Al regresar a su oficina con su nueva adquisición se dio cuenta de que ya le faltaba la pluma estilográfica de su juego de lujo.

Le abrumó la idea de que, definitivamente, algo marchaba mal. Creía ser distraído como cualquiera, pero perder tres cosas en tan poco tiempo era ya el colmo. Así que, cuando le llamó su esposa para concertar su encuentro para ir al teatro, en vez de al cine como era su costumbre hacerlo las noches de los viernes, pensó que como no iría directamente a su casa debía tomar medidas para cuidarse de él mismo.

Abrió su compacta cartera de cuero, que tiempo atrás había comprado en Roma, y metió en ella las cosas que, para ganar algo de tiempo, habitualmente llevaba a su casa en la víspera de un fin de semana: el pendrive con archivos con datos sobre el trabajo que estaba realizando en el laboratorio y su calculadora científica. Pero esta vez añadió lo que otros días llevaba en sus bolsillos: sus lentes para leer, su agenda digital, su teléfono celular, su carpeta de documentos y el portaminas que le quedaba del juego que ya no era tal. Quería tenerlo todo junto para protegerlo mejor.

En el trayecto que hizo para encontrarse con su esposa, al principio le erosionó el alma el horrible pensamiento de que su nivel de distracción podría requerir atención médica. Pero, como no quería actuar como hipocondríaco, derivó su pensamiento al recuerdo de lo que había leído en revistas de divulgación científica sobre la hipótesis de un físico teórico de la Universidad de Harvard, acerca de la existencia de una red de universos en cadena y de túneles de espacio-tiempo entre ellos. Con todo eso, también se le vino a la cabeza que mientras él recorría algunas cuadras, en otro universo quizá habría podido viajar muchos kilómetros o unos pocos metros.

Pero lo que más le llamaba la atención era que según la teoría cuántica el espacio vacío estaría saturado de campos de energía que, por ser ésta equivalente a la masa, ejercería fuerza gravitacional pero sin posibilidades catastróficas en su enfrentamiento con el espacio conocido, por un contacto de equilibrio submicroscópico, a través de los "agujeros de gusano": imperceptibles rasgaduras en la estructura del espacio-tiempo, que uniría nuestro universo con una red de otros ignotos.

Alguna vez se entretenía con la idea de que esos agujeros, por algún accidente u otra causa de naturaleza aún no vislumbrada por los científicos, pudiesen abrirse hasta permitir el paso de material de un universo a otro a través de túneles de espacios vacíos, y de ahí sacó aquello que hasta le divertía argüir cuando se le perdía alguna cosa, para contrarrestar el desagrado de sentirse burlado por vulgares ladrones.

Se encontró con su esposa y recogió las entradas que había reservado, de buenas localidades para la representación de la ópera Don Carlos que, con pena, no habían alcanzado a presenciar cuando la presentaron en la Semperoper de Dresde, cuando él trabajaba en esa hermosa ciudad. Como tenían tiempo, entraron a un café de moda; él puso su cartera en una silla desocupada al lado de la mesa que eligieron y ella hizo lo mismo con la suya, cubriendo ambas con su saco de piel.

Tuvieron un momento de amena conversación aunque él volvió a sentir un repentino malestar en la boca, que atribuyó al café muy caliente. Al levantarse se percataron de que la cartera de él había desaparecido. Ella pensó que, a diferencia de otros tiempos, él tenía ahora un gran autodominio; cuando en realidad estaba absolutamente estupefacto. Después, con el gerente del local convinieron que la acción del eventual ladrón había sido de una destreza magistral.

Mientras caminaban hacia el ingreso del teatro pensó que más le convenía no tratar de explicar las causas de la cadena de su mala fortuna; sólo iba a reponer lo perdido y admirar a quienes lo despojaron. Le abrumaba la idea de llegar a la certidumbre de que hubiese algún tipo de contacto entre su mundo y otros paralelos.

Su esposa disfrutó plenamente la ópera Don Carlos; él quedó con un vacío en su bagaje cultural que quizá nunca llenaría. Cayó en un prolongado, delirante y angustiado sopor.

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Muy cerca, pero al mismo tiempo muy lejos, están satisfechos con los resultados obtenidos de la operación que demorarán mucho en analizar y aprovechar, con un mínimo de entropía, después de concluir las tareas pendientes por los ensayos previos, que les sirvieron para calibrar la energía necesaria y afinar la puntería. Tuvieron un excelente proveedor involuntario y ahora admiran el tesoro logrado. Sin embargo, reconocen que el botín pudo haber sido de mayor volumen y diversidad.

Su frustración se debe a no haber podido transportar las carteras de los dos esposos; sólo pudieron emplear la energía necesaria para capturar la de él y que no fue suficiente para aprovechar la oportunidad excepcional que se dio, con una posible doble ganancia con los mismos preparativos. Tienen algunas referencias sobre el comparativamente distinto material que perdieron y que pudo aumentar enormemente su conocimiento sobre el universo que están explorando desde hace mucho tiempo, particularmente muy largo para ellos.

Su tiempo está en una escala mucho mayor que la de ese otro mundo; por eso ellos pueden con relativa holgura controlar el momento de la operación del paso de partículas virtuales por esos espacios, mientras que en el otro lado ese momento tiene duración muy breve, que lo hace prácticamente indefinible, durante el cual se produce una brusca vibración aunque de una amplitud infinitesimal.

Con la tecnología que les ha permitido el desarrollo de la transferencia de materia, hasta ahora inanimada, han logrado en el pasado buenos resultados y acumulado un gran volumen de información que todavía está siendo procesada, en forma paralela y combinada con el desarrollo de otras técnicas de observación y conocimiento especialmente de mundos habitados, para su eventual dominio ulterior.

Por el momento, su principal fuente de conocimiento es el órgano de la vista de los seres inteligentes de otros universos, cuyo centro cerebral constituye un buen transmisor que se potencia con la presencia de algún metal cercano que puede ser una medalla o un adorno cualquiera; o, mucho mejor, si se trata de una prótesis dental, por la calidad de la aleación de los metales de su estructura, por su cercanía al cerebro y por su constante permanencia.

Esas prótesis por el momento son insustituibles para operar la apertura de las rasgaduras del espacio, en singularidades espaciotemporales, para la transferencia de material y otras operaciones, porque aparte de contribuir a la mejor transmisión de imágenes y permitir aprovechar la energía cerebral,  que ellas potencian (para realizar los empalmes necesarios, teniendo un punto de contacto, referencia y puntería para ubicar y delimitar campos de fuerza), pueden servir también como depósitos y vehículos de energía que se les pudiese enviar en el futuro, para mejorar la recepción de pulsos neuronales que han aprendido a interpretar y que pretenden poder intervenir en algún momento del futuro.

A tal punto les ha servido la existencia de dichas prótesis dentales, por la presencia permanente de un cuerpo metálico cerca del cerebro, que se han propuesto estudiar la posibilidad de transferir en dirección opuesta trozos muy pequeños de un metal superior que deberán determinar, e implantarlos en cerebros o muy cerca de ellos en personas jóvenes que les pueden proveer materiales propios de su edad, de los que tienen alguna referencia y que saben que son artefactos portátiles para captar, transmitir y reproducir imagen y sonido. Aunque ese material es para ellos arcaico en cuanto producto tecnológico, les conviene tenerlo para conocer y comprender otra cultura y, además, verificar hipótesis de convergencia científica y tecnológica entre distintos mundos que ellos conocen.

En el proceso experimental de traslados desde otros universos, la observación visual de los resultados de la transferencia de material, que ellos pueden apreciar en los efectos por el manejo de lo que ha quedado, a consecuencia de la sensación de pérdida o por la ausencia que se produce de un objeto, les ha permitido estimular ciertas acciones, por medio de transferencias estratégicamente seriadas, hasta lograr la reunión de varios objetos de importante interés para ellos y que pueden transportar empleando mayores aperturas de espacio.

Les preocupa el dolor que acompaña a las vibraciones que se producen al otro lado; no les gusta hacer sufrir. Otra cosa que les preocupa y fastidia es que se haya sospechado su existencia; deberán decidir qué hacer al respecto.

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“La exposición a los gases deletéreos de solventes y de componentes volátiles ......., por ejemplo de los pegamentos de uso industrial y doméstico, ....... sin protección adecuada y constante, tiene efectos acumulativos que producen diferentes daños a la salud física y mental. ....... Entre los segundos: alucinaciones, ofuscamiento, confusión,  falsas percepciones, pérdida de memoria de corto plazo, síntomas paranoicos .......”

Traducción libre y resumida de la parte justificativa del Reglamento de los Laboratorios de ExaPen Inc., empresa multinacional privada dedicada a la investigación química, con laboratorios y oficinas en Chile. Edición 2006 en inglés. Volumen I, pp. 66 a 68. Circulación restringida.