EN EL CAMBIO DE CASA SE TRASLADA EL HOGAR

 

 
                
 

Cada familia tiene su historia de cambios de casa, de lugar de residencia. Cuando hablamos de traslados nos referimos al hogar y a todo lo que éste significa en cuanto acompaña y sirve a la familia. Se trata de los ‘enseres’ (de en y ser), que son las cosas que rodean y satisfacen al ‘ser’ de cada miembro de ella: sus muebles y artefactos, sus utensilios y herramientas, su vestimenta y adornos; todo lo que en el tiempo se ha ido reuniendo para el bienestar y la comodidad bajo el techo que se habita, según la forma de vida que se haya adoptado.

Los casos de familias que en una generación no han cambiado de casa son excepcionales; el resto sabe cuánto hace falta tomar en cuenta para que ese hito en la vida se alcance sin contratiempos ni perjuicios. Con el tiempo se aprende que la mudanza es un ejercicio que tiene una rutina que no se puede eludir, cualquiera que sea la composición familiar y la edad de sus miembros, comenzando por los asuntos de tipo administrativo y comercial que es indispensable cumplir.

 

 
 

La situación de cada familia exige la observación de sus propias peculiaridades, necesidades y gustos para la toma de decisiones sobre el cambio: la ubicación de la nueva casa (el mismo barrio o uno nuevo, la misma ciudad u otra en el mismo país o en el extranjero) y los motivos del traslado (modificación de la composición familiar, edad de sus miembros, capacidad económica, condiciones que debe cumplir la nueva casa, cercanía de familiares, localización del equipamiento urbano y accesibilidad a los medios de transporte). Todas esas consideraciones vienen al caso de los abuelos que se mudan de domicilio.

El proceso que se debe cumplir en la casa que habita la familia y en la nueva vivienda -según condiciones de espacio, tiempo, participantes, responsables y presupuesto-, presenta características que, si no se las toma en cuenta, pueden significar molestias de todo tipo. Es mucho más saludable tomar el conjunto con buen ánimo y mejor como una tarea que puede llegar a ser estimulante y beneficiosa. De hecho, se trata de una estupenda oportunidad para dejar, literalmente, atrás o de lado cosas que se acumularon y ya no tienen objeto, a las que ya no se da uso o que incluso incomodan.

 

 
 

Para los abuelos que se trasladan, la ocasión es única tanto para adelantar herencias, con cosas que pueden servir mejor a los hijos o a los nietos (vajillas, libros, herramientas y adornos, por ejemplo), como para regalar enseres a otras familias o instituciones en forma directa o a través de organizaciones que cumplen una misión intermediaria. Al mismo tiempo, los abuelos tienen la incambiable oportunidad de disponer espacios en su nueva vivienda para recibir a sus nietos, con juguetes y entretenimientos.

Hay diferentes papeles que los miembros de una familia deben cumplir en el antes y el después, algunas veces en común y otras en forma independiente. En cualquier caso, es extensa y variada la lista de asuntos que se debe atender en el proceso: la consideración del embalaje (materiales necesarios, limpieza previa, peso y tamaño), de la mudanza (permisos, transporte, responsables) y de la nueva casa (orientación, disposición y tamaño de sus ambientes, estado de mantenimiento y de las instalaciones de los servicios públicos).

 

      
 

Sin duda hay muchas experiencias que abuelos y abuelas pueden contar para beneficio de los que tienen que hacer un traslado. Puede tratarse desde listas de las cosas que hay que hacer hasta el relato de anécdotas que ilustren lo vivido en esas circunstancias. Se invita a hacernos llegar el material o las referencias que podría ser conveniente e interesante incorporar en este espacio para compartir con nuestros lectores.