¿QUIÉN MANDA AQUÍ?

Victòria Cardona Romeu*

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Con el título de ¿Quién manda aquí? Os ofrezco este artículo con la anécdota de mi nieto que ha servido de título para este último libro escrito por mí y editado por Pórtico. Es verdad que no lo he escrito sólo por lo que nos pasó en nuestra casa sino por los conflictos y problemas que origina la falta de autoridad a las familias y a la sociedad.

Es verdad que todos los padres deseamos que nuestro hijo sepa que le queremos; que tenga un buen comportamiento, que sea valiente; que supere obstáculos, que sea autónomo, que sea tolerante y respetuoso en un mundo cada vez más diverso, que sea independiente; que tenga personalidad con unos criterios bien afianzados y deseamos, por encima de todo, que pueda ser feliz conquistando cada día su libertad con decisiones responsables. Y para conseguir todo esto, los niños y los jóvenes reclaman una buena autoridad.

Es cierto que el concepto "autoridad" parecía haber perdido vigencia, pero muchos educadores creemos que en el tiempo actual la hemos de reivindicar. Eso sí, de la forma que señalaba Otto Dürr: "el concepto de autoridad proviene del término [latino] augere (fundó, hacer crecer, crear)".

Nos quedamos con "hacer crecer". Hay estudios que demuestran que la ausencia de autoridad por parte de los progenitores ha conducido a chicos y chicas a tener poca capacidad para progresar y muchos han convertido niños déspotas, jóvenes agresivos o adultos inmaduros.

 

Siempre sonrío cuando recuerdo la escena que viví en compañía de los hijos y nietos. Es una anécdota que ilustra la necesidad que tienen los niños de encontrar un referente y la necesidad de tener autoridad:
Era la hora de comer y estábamos todos sentados a la mesa. Había discusiones entre los nietos mayores, que no estaban contentos con el primer plato. Uno se quejaba de la mantequilla, que se había vuelto líquida, el otro quería ketchup en lugar de la salsa de tomate hecha en casa, el otro quería menos espaguetis ... De repente, el nieto más pequeño, de cinco años, alzó la voz y dijo: "¿Quién manda aquí?". Aquella salida nos hizo coger un ataque de risa a todos y se acabó el alboroto. Pero, también nos hizo ver que estábamos "consintiendo" un desenfreno que no era educativo.


Hay que tener en cuenta que los abuelos no decíamos nada para no interferir en la autoridad de los padres, y que ellos estaban un poco cohibidos y no querían enfadarse con las criaturas ante nosotros. Afortunadamente en este caso, el más pequeño de todos, con su sensata petición de orden, hizo que todo volviera a su lugar y nos demostró que necesitaba, como os decía, más autoridad por parte de los adultos.
Todos los padres del mundo desearíamos tener recetas para hacerlo todo perfectamente con esta oposición llena de pequeños gruñones que todo el día desean recibir atención. Esto, desgraciadamente, es imposible ... la vida es así y no somos perfectos.


Hoy es necesario revisar con serenidad qué cambios debemos hacer, los padres, para conseguir tener una renovada autoridad que ayude a los hijos a crecer con la voluntad más afianzada y con menos caprichos.


* Victòria Cardona Romeu es escritora y educadora familiar.