EL CORAZÓN DEL ABUELO*  
     

 

Al corazón del abuelo le corresponde una juventud creciente, cuando la vida es vivida como una tarea de amor.

Cada etapa, cada edad del vivir, conlleva sus propias peculiaridades, los perfiles que la definen, sus propias riquezas; valiosas pero siempre posibles de malograr en función de la personal libertad.

Al corazón del abuelo le corresponde un cierto "infantilismo", mayor ternura, mayor comprensión y una discreta falta de pudor "contenida".

El corazón del abuelo es denso en experiencias, es acúmulo de pasado, pero también sigue viendo al futuro; con una capacidad simplificadora y unificadora, como la lupa que concentra los rayos en un punto de ignición. El corazón del abuelo rescata la esencia del vivir.

Del amor como tarea habla el filósofo Leonardo Polo: de su carácter trino, distinguiendo el dar, el aceptar y los dones que median entre ambos. El corazón del abuelo tiene que abrirse progresivamente a la aceptación, porque el deterioro que el paso del tiempo va produciendo en su naturaleza, lo hace necesitante. No debe adoptar una postura de autosuficiencia, de rechazo a los dones. Ello frustraría el dar de quienes le rodean y la consiguiente anulación de esos dones. La aceptación amorosamente personal es inseparable del amor como tarea.

Hoy, frente a la cultura de la indiferencia, del anonimato, se debe oponer la cultura del amor. El ejercicio de la indiferencia en su grado máximo es la cultura de la muerte. La cultura de la vida es la manifestación máxima de la cultura del amor. El fin sigue siendo el amor.

 
 

 

*Colaboración enviada a SerAbuelos por Gerardo González, promotor del Seminario de Antropología, un foro de reflexión en torno a la dignidad de la persona.